El pepino redondo
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El pepino redondo
No me gustan los caracoles, la tierra húmeda y grasienta, las botas del campesino. No me gusta vivir aquí en el campo entre conejos y gallinas, gusanos y talpas. No me valoran por lo que soy, todo el mundo se ríe de mí: «¿Quieres un pepino?», «¡mira el pepino!», «¡toma el pepino!», «¿te gusta el pepino?»…
Yo también tengo un alma aunque sea vegetal.
Es una vida torpe, todo el día oliendo excrementos de vaca y sangre de cerdo. Agua, frío, sol, incluso el hombre más duro se quebrantaría.
Con los tomates no se puede hablar, si me miran, se ruborizan. Las patatas, al verme, se hunden en la tierra gritando «¡Socorro!». El apio se pone de inmediato en competición y la zanahoria también. No falta día sin llenarme de nitrógeno, de venenos, de mierda y todo eso para desarrollarme, fortalecerme.
No me gusta el campo, no me gusta la granja, no me gusta vivir ni crecer y no me gusta que me coman.
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