El atún congelado (De pesca casi extractiva)
Recomendaciones:
Para una correcta preparación de la receta es imprescindible que sigan escrupulosamente las instrucciones imprimidas al otro lado del envase.
«Comida cruda de filete de atún japonés, criado oportunamente en Ōkuma en el interior de las vasijas de los reactores nucleares de última degeneración.
Poner el contenido 30 minutos antes de ser utilizado a temperatura ambiente, para que se pueda cortar en lonchas finas y degustarlo al natural de sus extraordinarias radiaciones».
No me preocupo por el ritmo brasileño impuesto por el contador Geiger, no soy ecologista, sin embargo, tengo hambre y llevo ya más de doce horas esperando comer algo. Pasada media hora, he intentado tajar el lomo a lonchas sin conseguirlo porque aún sigue establemente congelado como si fuera una barra de acero virgen. Reiteradamente he vuelto a golpearlo intentando guillotinarle la cabeza con un artilugio cortante o similar. Al llegar la noche, el atún resplandecía de su misma luz, pero su característica principal no pretendía blandirse: ¡una columna dórica de mármol!
Una semana más tarde, todavía imposibilitado a filetearlo (con el cuchillo reducido hasta el 50% de su tamaño original a consecuencia de las intervenciones de limado) empezaba a preocuparme por falta de proteínas. Quince días después las preocupaciones se trasformaron en trastornos y un mes después los trastornos se trasformaron en atisbos de locura.
Esto es lo que han leído en el diario de la expedición:
«... se va diciendo que podrían haberme encontrado unos años más tarde parecido a un esqueleto serpenteando en las cercanías de una improbable tienda desechada. Se apuesta también que rechinaba palabras sin sentido aunque tenía la boca repleta de nieve...».
—No me gusta el acero, tampoco me gusta el mármol.
Perdido en el pack, como un lomo de atún que aún no quería descongelarse bajo los escombros de mi tienda desaparecida en la banquisa polar. .
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