Océano negro
Bajo su superficie inquebrantable una multitud de vidas enfurecidas merodeaban juntas, buscando nuevos dominios, nuevos territorios tenebrosos donde cazar y multiplicarse.
Monstruos que ningún marinero podría halagarse de haber mirado sin dejar en cambio su vida.
Compactamente se hundían en la negrura a bandadas, buscando nutrientes por todas partes en el infinito fluido oscuro. A veces se apiñaban entre filamentos azarosos parecidos a algas descompuestas, al acecho de algo bastante grande para satisfacer sus hambres, en aquel interminable orbe líquido que nadie jamás había conseguido explorar por completo.
Al fondo del océano una grieta infinitesimal se había producido, quizá por el querer de Dios; una grieta tan pequeña, casi invisible.
4000 años después todo un mundo se había desperdiciado por ella, ni una vida había sobrevivido, y sus antiguos monstruos ahora se encontraban pegados al cóncavo desierto negro que un tiempo había contenido aquel océano ciego sin fin.
Al instante el mundo cambió, al levantarse la tapa el ánfora se llenó de luz. .
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