AM 24:30
Cuando un hombre tiene que ponerse epígrafe a su misma vida generalmente ya es demasiado tarde; así que, por si las moscas, he decidido adelantarme.
Lo más horroroso que uno puede hacer, es repasar por la eternidad el epitafio que jamás te ha gustado en tu piedra de prensa, donde todo el mundo puede leer sobre tu puta vida.
Algo parecido a: «Como no me ha gustado vivir, entonces muero» y también «Te echamos de menos pero la casa es más tranquila, los tuyos».
Bien, son palabras que logran llenar el corazón, pero no lo suficientemente agradables para que alguien pueda quedarse sin escuchar la voz interior que te habla diciendo: «¡Y por qué no te pones un poco mejor en esa maldita piedra! Qué sé yo... «hombre muy delgado de piernas largas y todo musculado, le encantaría entretenerse con mujeres jóvenes a las que les gusten morenos y de corazón entrenado a largas batallas».
El epitafio podría estar escrito con caracteres medievales, así para dar más importancia al legado, y posicionado de manera que el domingo por la mañana, al llegar apresurado de mujercitas acarameladas caminando por el vial del cementerio, las letras brillarían por los rayos del sol que se encontraría frontalmente al epitafio.
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Bueno, todo eso se puede organizar. Un poco de telepatía, algunos tirones a los pies de madrugada a los herederos (de manera que gasten un poco de mi dinero para la sustitución de la vieja lápida por el modelo nuevo de escrita encantadora), ¡y adelante! una nueva vida empezará para mí: chicas bonitas revoloteando toda la noche al claro de luna, al sonido de locos fantasmas que tocan fascinantes canciones ¡por todas esas doncellas que me encantan!
Ha sido un duro trabajo arreglarlo todo, en particular convencerlos para que se rascaran el bolsillo, pero después de 90 días sin dormir han decidido agradecerme «para favorecer mi nueva departida» con una nueva lápida flamante, ¡incluso con letras de oro obrizo!
Y por supuesto todo parece encajar. La voz se ha esparcido, demasiadas mujeres se ponen en cola para bailar conmigo al final de la semana, tengo una tarea muy dura ahora y no sé cuánto tiempo puedo aguantar estos ritmos infernales.
Y como se puede decir... el domingo aquí llegan solamente matronas que tienen 40 años por pierna.
Así que de veras, tal como están las cosas, no es que me deleite mucho este trabajo.
Pero como siempre he sido un hombre de recursos, me las puedo arreglar. Un poco de telepatía, algunos tirones a los pies...
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